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Açaí: las raíces de una superfruta

Las comunidades indígenas del estado de Amapá llevan generaciones comiendo el açaí.

Palmeras del Pueblo Açaízal
VIAJE A AMAPÁ Para los habitantes de la región indígena de Oiapoque en el norte de Brasil, el açaí lleva siglos siendo un elemento básico de su dieta. © Haroldo Palo Jr.
on the expansive Oiapaque indigenous region in the Amazon region of Brazil.
UN HOMBRE RECOGE AÇAÍ en la vasta región indígena de Oiapoque, en la región amazónica de Brasil. © Haroldo Palo Jr.

Lleva años en tu cooperativa de alimentos sanos, pero ahora está también en todos los supermercados: zumo de açaí, helado y yogur de açaí, barritas de açaí y suplementos de açaí. Generalmente, el paquete incluye la palabra «superalimento» para describir esta baya nativa de Latinoamérica, y en su publicidad se destaca la gran cantidad de antioxidantes que tiene.

Puede que el açaí (nombre portugués; en español huasaí o azaí) esté de moda en Estados Unidos, pero para los habitantes de la región indígena de Oiapoque en el norte de Brasil, el açaí lleva siglos siendo un elemento básico de su dieta. Y ahora que se ha corrido la voz sobre esta fruta cargada de nutrientes, The Nature Conservancy se ha puesto a trabajar con los habitantes de esta zona para que saquen el máximo partido de esta creciente demanda.

Árboles altos y cuchillos grandes

El açaí crece en palmeras que tienen una altura de entre 15 y 30 metros. En Açaizal, un pueblo de la reserva indígena Uaça, son abundantes los árboles que le dan su nombre. Para llegar a las panículas ramificadas que portan las bayas y que están en la parte más alta, los aldeanos cuentan con su herramienta más importante: su habilidad.

Con solo una hoja de palma alrededor de sus pies para agarrarse al tronco y un cuchillo sujeto firmemente con los dientes, los aldeanos se turnan para escalar un árbol, cortar un manojo de bayas, y deslizarse lentamente hacia abajo por el tronco. Parece peligroso, pero tanto niños como niñas aprenden a recoger esta fruta tan preciada desde que apenas tienen siete u ocho años.

En esta región de Brasil, la pulpa de açaí se sirve, siempre que es posible, fría y a menudo mezclada con azúcar y tapioca. La pulpa tiene la consistencia de un pudín fino, y su intenso color morado tiende a manchar los dientes y los labios, como lo hace un vino tinto barato.

Una cosecha más abundante

Las comunidades indígenas del estado de Amapá llevan generaciones comiendo açaí. Pero tras su creciente popularidad, la gente local quiere explorar la posibilidad de obtener un beneficio económico de este recurso natural tan abundante.

Una agencia gubernamental local, la Secretaria Extraordinária dos Povos Indígenas (SEPI), ha organizado recientemente en dos pueblos talleres sobre las técnicas para conseguir una mejor cosecha de açaí sin aumentar la presión sobre el ecosistema. Y ahora, los líderes indígenas locales, con el apoyo de The Nature Conservacy, han reconocido que la producción de açaí es una prioridad para la estrategia de gestión de los recursos naturales de las comunidades.

El jefe del pueblo Açaizal, José Damasceno Karipuna, asistió a uno de los talleres en el que aprendió a identificar qué árboles era necesario talar y a plantar las palmeras de açaí a una distancia de cinco metros para obtener el máximo beneficio. Dado que los nuevos árboles tardan 10 años en dar frutos, una nueva iniciativa comercial puede aún tardar varios años en materializarse. Mientras tanto, Karipuna asistirá a un nuevo taller en el que se tratarán las estrategias para diversificar los productos de açaí, como mermeladas o helados.

Con la creciente demanda del açaí en todo el mundo, la gestión de los espacios naturales donde se encuentra la palmera cobra mayor importancia. Para los habitantes de Açaizal, una gestión ambiental adecuada les ayudaría a aumentar la productividad y a evitar tener que hacer grandes desplazamientos por sus tierras para poder acceder a un número de palmeras suficiente.

Una correcta gestión no solo creará nuevas oportunidades para poder vender las bayas del açaí y otros productos a nivel local, sino que además les ayudaría a llegar a compradores que quieren las bayas para sus mercados nacionales e internacionales.

«Es un proyecto en desarrollo, pero espero que llegue el momento en el que podamos vender y tener beneficios adicionales para la comunidad», comentó Karipuna.

Los habitantes de Açaizal están también explorando otras actividades generadoras de ingresos, como la apicultura. The Nature Conservancy ha patrocinado talleres sobre este tema y, a través de su organización asociada Peabiru Institute, ha ayudado a organizar un viaje a São Pedro dos Bois, una aldea en el estado de Amapá, donde ya se ha puesto en marcha la producción de miel.

«Ese pueblo me motivó mucho, era muy inspirador verlo todo en marcha», dice Evandro Karipuna. «Su comunidad ya está recibiendo ingresos de las abejas y eso está mejorando su calidad de vida. Nos encantaría verlo aquí, y también que nuestros hijos puedan hacerlo».

Una relación duradera

The Nature Conservancy ha estado trabajando con las comunidades indígenas de la región de Oiapoque en la gestión de los recursos naturales desde hace casi una década. A lo largo de los años, The Nature Conservancy ha trabajado para compaginar su propia experiencia científica con los conocimientos tradicionales de los aldeanos, creando «etnomapas» de la región, diseñando planes para luchar contra la sobreexplotación de ciertas especies, y desarrollando estrategias para enfrentarse a las amenazas territoriales, como una nueva carretera que atraviesa sus tierras tradicionales.

Trabajando directamente con las comunidades para facilitarles asistencia técnica para la gestión de los recursos naturales y del paisaje, y fomentando la creación de la primera política nacional de Brasil sobre gestión ambiental de las tierras indígenas, aportamos a poder garantizar que las comunidades dispongan de herramientas políticas y económicas para gestionar de forma sostenible sus recursos ahora y en un futuro a largo plazo.

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