José Palomo se encuentra en su rancho "silvopastoril" en México.

Perspectivas

Sembrando el camino hacia un clima saludable

Una nueva era para la agricultura y el medio ambiente

Por Ginya Truitt Nakata, Ex-Directora de Tierras, América Latina

Desde hace mucho tiempo, los dos grandes retos de la humanidad en el siglo XXI aparentan estar en curso de colisión.

Por un lado, tenemos la urgente necesidad de encontrar alguna manera de alimentar a una población mundial que crecerá de 7 mil millones a 9 mil millones para mediados de siglo. Sin embargo, los sistemas agrícolas que necesitaremos aumentar ya son las principales causas del cambio climático global y del agotamiento del suelo y del agua.  Incluso, aun cuando la agricultura se expanda y produzca más, la mayor parte de las personas que viven en las zonas agrícolas del mundo continúan sumidas en la pobreza.

Pero ¿sabía que existe una manera de resolver este dilema? El éxodo hacia una nueva era de agricultura de baja emisión de carbono y ambientalmente amigable ya está ocurriendo en América Latina. Incluso el propio incremento en la producción de alimentos puede ayudar a reducir los gases que generan el efecto invernadero.

Para entender esto, necesitamos comenzar con lo profundamente involucrado que está América Latina en la seguridad alimentaria del mundo y el cambio climático.

Debido a su enorme potencial para incrementar la producción agrícola, satisfacer la creciente demanda de alimentos y mantener las despensas del mundo abastecidas, América Latina cumplirá un papel crítico en mantener la seguridad alimentaria mundial en las próximas décadas.  De hecho, el continente ya es una potencia agrícola, suministrando el 60% de las importaciones de soja del mundo, el 44% de las importaciones de carne vacuna y un tercio del maíz. Los expertos afirman que la región es plenamente capaz de duplicar su producción agrícola para el 2030. Pero estos avances han llegado a un alto precio, principalmente en la destrucción de los bosques y el agotamiento de suelos y agua, que ya están teniendo un impacto devastador en la salud de nuestro planeta. Hoy en día, la agricultura latinoamericana es responsable de casi una tercera parte de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero que provienen del uso de la tierra y su conversión. Más de la mitad de la pérdida de bosques del mundo ocurre en la región.  En un periodo de solo 15 años, la deforestación fue la quinta fuente de emisiones de carbono de la Tierra.

Lo bueno es que existe una solución.  Se debe llevar a escala la agricultura de bajo carbono y cambiar la dinámica de agricultura versus hábitat a una alianza estrecha entre agricultura y hábitat. El primer paso es aprovechar al máximo el trabajo de la propia naturaleza, entendiendo que el carbono extraído de la atmósfera y capturado en los suelos y en la biomasa vegetal es el mismo carbono que hace de los suelos agrícolas, tierras más fértiles y productivas.

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La agricultura latinoamericana es responsable de casi una tercera parte de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero que provienen del uso de la tierra y su conversión.

De hecho, una nueva era de agricultura de bajo carbono y beneficiosa para el medio ambiente ya está en marcha. Tomemos por ejemplo la siembra directa, por medio de la cual los cultivos y pasturas crecen y se cosechan con un mínimo trastorno al suelo año tras año. Esta técnica–que  reduce la erosión, preserva la salud y la productividad de los suelos y mantiene el carbono en el campo—ya se practica ampliamente en América Latina, que actualmente representa más del 40% de la tierra agrícola bajo ‘siembra directa’ en el mundo.

Lo que necesitamos hacer ahora es fomentar esta y otras prácticas de bajo carbono, así como otras formas de mitigar el cambio climático, para que se conviertan en el standard de toda la agricultura de América Latina, incluyendo los 14 millones de pequeños productores de la región.  Lo fundamental para llevar a escala y hacerlo sostenible es el hecho de que las propias técnicas que reparan los suelos y secuestran carbono han demostrado hacer las granjas y ranchos más productivos y rentables.

En Colombia, The Nature Conservancy y sus socios han apoyado a más de 2.600 pequeños productores que trabajan en áreas de alta biodiversidad y bajos ingresos, a adoptar prácticas sostenibles que protegen hábitats críticos al tiempo que aumentan la producción y las ganancias. Esta iniciativa financiada por el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF) y el Departamento de Energía y Clima del Reino Unido, constituye el proyecto de ganadería sostenible de mayor escala realizado en Colombia. El mismo ha permitido transformar 43.000 hectáreas en prácticas ecológicas, convertir 10.000 hectáreas en sistemas silvopastoriles (integrando pastoreo con árboles nativos y bancos de forraje); mientras que 15.000 hectáreas de bosques han sido retiradas de la producción a través de acuerdos de conservación con agricultores y ganaderos. Y casi un millón de árboles nativos han sido plantados.

A su vez, los ganaderos que participan en el proyecto han reportado una reducción en la necesidad de insumos químicos, suelos más productivos, mayor capacidad de carga (animal por hectárea) y un aumento promedio del 10% en la producción de leche y/o carne. Por su parte, los estudios de monitoreo han confirmado el aumento de la biodiversidad, las reservas de carbono y la reducción de la contaminación. La capacitación y divulgación han resultado en una más amplia comprensión del valor de la naturaleza en suelos sanos y la resiliencia ante eventos climáticos extremos.

En general, al bajar la deforestación y aumentar la retención de carbono, los participantes en el proyecto esperan reducir los gases de efecto invernadero en más de 2 millones de toneladas.

Esto es lo que llamamos "escala."

Y aquí está la mejor parte. Investigaciones realizadas por destacados científicos de la Universidad Estatal de Ohio junto con prestigiosas universidades de Brasil encontraron que los sistemas   agrícolas de baja emisión de carbono (como los silvopastoriles), los sistemas de siembra directa, y la restauración de suelos degradados, reúnen el potencial –por si mismos—de compensar el 80% de las emisiones causadas por el uso y conversión de tierras para mediados de siglo.

Y eso no es todo. Estas reducciones de gases de efecto invernadero contemplan un aumento general del 10% en la producción mundial de alimentos, tan solo con la adopción de agricultura baja en carbono en Sudamérica. En otras palabras, los agricultores latinoamericanos pueden hacer una contribución sustancial a la seguridad alimentaria global a medida que contribuyen a un clima más saludable al almacenar el carbono en el suelo.

Así que, la próxima vez que alguien le diga que debemos sacrificar al medio ambiente si queremos alimentar a todos, dígale que la madre naturaleza tiene un plan: que la agricultura no es el problema, sino la solución para mitigar el cambio climático y proteger la biodiversidad. Sólo necesitamos poner el plan en acción para poder sembrar nuestro camino de regreso a un clima más saludable.

Artículo originalmente publicado en el blog “Global Food for Thought” del Chicago Council on Global Affairs el 17 de febrero de 2017.