La reserva Valdiviana
TNC está trabajando con comunidades indígenas en la Reserva Costera Valdiviana.
Entre los Andes y el Pacífico del sur de Chile, hay una franja de tierra húmeda y rica en especies naturales que sobrevivió a la última gran glaciación, pero que estuvo a punto de perecer bajo el asfalto de una carretera y una concesión del desarrollo demasiado centrada en el presente como para pensar en el futuro. Hoy, gracias a la intervención de The Nature Conservancy y a los esfuerzos que la organización ha hecho para conservarla, sus dunas, humedales y bosques están a buen resguardo.
La Reserva Costera de Valdivia es una franja delgada, larga y rica en diversidades, como Chile mismo. Es hogar de la especie de venado más pequeña, de una de las dos especies de árboles más longevas del planeta, del marsupial más viejo. Se trata, además, de especies endémicas que no se encuentran en ninguna otra región del mundo, porque solo la sombra de los Andes pudo protegerlos de las glaciaciones que afectaron todas las demás regiones a su alrededor. También igual que en el resto de Chile, la región está poblada por la multiculturalidad, caracterizada por tener lazos con la tierra y en compromiso con el trabajo y con el país.
En vista de la complejidad ecológica, económica y social de la región, y para contribuir a preservarla, The Nature Conservancy compró una vasta extensión de tierra. Se buscó -y se logró- adquirir un terreno con representación de los diversos matices, doseles y elementos del ecosistema como para permitir conservar una porción lo suficientemente grande del mismo y para garantizar su supervivencia y dar buenas oportunidades a la restauración en donde se hubiera degradado.
El siguiente paso fue diseñar estrategias que permitieran que éste esfuerzo para la conservación y el trabajo que se haría entorno a él beneficiara a la población local. Se ha trabajado en dos líneas en este sentido. Por una parte, se impulsa el desarrollo de proyectos productivos que permitan el desarrollo de las comunidades locales. Sea a través del ecoturismo, de la pesca sustentable o de la provisión de insumos para la conservación -por ejemplo, a través de pequeños viveros locales-, se ha buscado detonar nuevas economías a escala muy local. Por otra parte, se ha logrado conservar los servicios ambientales que necesitan esas mismas poblaciones. Hoy las familias de la zona reciben agua más limpia y gozan de mejor salud.
Al mismo tiempo, se buscó hacer que la población chilena se apropiara de la reserva como institución y del ecosistema como patrimonio natural. Ambos son objetivos complementarios y fundamentales. Si los chilenos no ven estos biomas como parte de su patrimonio e identidad, será mucho más difícil conservarlos, y si no asumen la reserva como un mecanismo eficaz para ese fin y como una institución cercana, no será posible mantenerla en pie. Hasta ahora, por suerte, se han logrado ambos objetivos.
Por último, se ha hecho un duro trabajo de conservación y adaptación de la reserva misma, especialmente ante el reto del calentamiento global. Con base en la mejor ciencia disponible y trabajando codo a codo con las comunidades locales y empleando principalmente a sus miembros, se ha emprendido un trabajo de restauración que dé mayor resiliencia a la Reserva -por ejemplo, sustituyendo los eucaliptos exóticos con olivillos, alerces y otras especies locales-. También se ha puesto en pie un riguroso sistema de monitoreo que permita saber qué ocurre en la reserva y tomar medidas a tiempo para minimizar riesgos.