Refuerzo para el impacto
En la costa del Caribe mexicano, brigadas de buzos voluntarios aprenden a reparar los arrecifes de coral que resguardan la orilla.
Por Julian Smith | Invierno de 2018
A 400 metros de la playa, en Puerto Morelos (México), el biólogo marino y guía turístico Gustavo Guerrero Limón bucea por el agua turquesa dejando una estela con sus largas rastas hasta la cintura.
Al igual que la gran cantidad de turistas con patas de ranas que motean el agua en tres direcciones, Guerrero explora el arrecife de coral submarino. Este forma parte del arrecife Mesoamericano de 965 kilómetros (600 millas) de largo que se extiende desde la punta de la península de Yucatán hasta las islas de la Bahía de Honduras.
Pero las porciones que llaman su atención no son las más grandes, las más coloridas ni las rodeadas por más peces. Guerrero busca los corales rotos, desprendidos por las olas impiadosas, las anclas de botes o las aletas y manos de turistas y buzos descuidados.
Guerrero forma parte de un grupo de ocho voluntarios compuesto por investigadores marítimos, asesores y empleados del Parque Nacional Arrecife de Puerto Morelos, que se encuentra a 32 kilómetros (20 millas) al sur de Cancún. Hoy es el examen final de un curso de cuatro días sobre reparación rápida de arrecifes impartido por The Nature Conservancy (TNC), el servicio de parques nacionales de México e investigadores de arrecifes locales.
Guerrero y sus compañeros esperan unirse a un equipo de buzos de primera respuesta de 33 integrantes llamado Guardianes del Arrecife. Los buzos forman parte de un ambicioso proyecto piloto para rehabilitar una franja de arrecifes de coral dañados en la costa del Caribe mexicano. Estos arrecifes se encuentran en el estado de Quintana Roo, el cual depende del turismo e incluye los centros vacacionales de Cancún y Playa del Carmen, además de pueblos pequeños como Puerto Morelos.
Los participantes, incluidos científicos, operadores turísticos y pescadores, tienen un enorme trabajo por delante. Desde 1980, se ha perdido o deteriorado el ochenta por ciento de los corales vivos en la costa del Caribe mexicano debido a contaminación, enfermedades, pesca abusiva y tormentas violentas. Los arrecifes de coral mueren en todo el mundo, especialmente los que se encuentran adyacentes a desarrollos urbanísticos descontrolados y a la contaminación que estos producen.
No obstante, los arrecifes de coral también muestran una resiliencia sorprendente, especialmente con la ayuda humana. Es posible repararlos e incluso fortalecerlos para sobrevivir a la próxima tormenta. Solo se necesita dinero y ciertos conocimientos especializados que se pueden enseñar a buzos experimentados.
En Quintana Roo, TNC ha reunido a pescadores, propietarios de hoteles, operadores turísticos, representantes del gobierno, desarrolladores, especialistas en corales e investigadores universitarios para restaurar los arrecifes de coral del estado. Como impulso inicial para esta iniciativa, TNC lidera la capacitación de la primera brigada de buzos reparadores de arrecifes.
En marzo de 2018, Quintana Roo emitió un decreto para crear un fideicomiso, asesorado por un comité de expertos locales y que contará con un representante de TNC. Este fondo tiene el objetivo de financiar la gestión ambiental de playas, dunas y corales, incluidas las reparaciones de emergencia a cargo de buzos como Guerrero después del paso de un devastador huracán.
El Fideicomiso en Quintana Roo servirá de modelo para otras comunidades alrededor del mundo que dependen de los arrecifes.
Guardianas del Arrecife
Conoce a las mujeres que hoy lideran la protección de los arrecifes en Quintana Roo.
Lee su historiaMedia hora más tarde, Guerrero y sus compañeros suben nuevamente al bote. Las ramas amarillas de algas sargazo se adhieren por igual a los trajes de buzo y a las rastas. Ahora que se han identificado los objetivos, todos se preparan rápidamente para llevar a cabo las reparaciones. Esa será la segunda prueba.
Varios voluntarios reúnen sus herramientas para reparar corales: tijeras, precintos blancos, tramos de cuerda alquitranada negra. Otros mezclan cemento en un balde azul, como contratistas que se preparan para reparar una acera. Guerrero y otros cuatro buzos se ponen el equipo de buceo y, un minuto después, todos regresan al agua.
La costa del Caribe mexicano alberga más de 300 hoteles con aproximadamente 100.000 habitaciones. Todos los años, alrededor de 12 millones de visitantes gastan aquí 9.000 millones de dólares estadounidenses. Una parte significativa de ese gasto se relaciona directamente con el arrecife Mesoamericano en la forma de actividades como excursiones de buceo, esnórquel y pesca deportiva.
Pero los arrecifes de México sufren. Según un informe de 2018, el 50 por ciento de los arrecifes del país se encuentran en condiciones malas o críticas. Los arrecifes del resto del mundo se encuentran en una situación igual de sombría: casi la mitad de los arrecifes de coral del mundo han muerto en los últimos 30 años, y los científicos pronostican que el resto habrá desaparecido para el año 2100 a menos que la humanidad encuentre una manera de reducir la contaminación, la pesca abusiva y el cambio climático.
Será una pérdida catastrófica. Si bien cubren menos del 1 por ciento del lecho oceánico, los arrecifes de coral albergan un cuarto de las especies de peces del mundo. Proporcionan alimento e ingresos a 500 millones de habitantes de poblados costeros. Asimismo, estos protegen las costas contra las inundaciones y la erosión, ya que absorben el 97 por ciento de la energía de las olas entrantes.
Si bien la humanidad afronta los riesgos a largo plazo impuestos sobre los arrecifes de coral, los huracanes representan un gran problema a corto plazo. Un arrecife dañado no puede ser un escudo efectivo contra las olas y es más vulnerable a las tormentas de gran porte. En el Caribe mexicano, los huracanes son una de las principales causas de daño para los arrecifes debido a la acción de impacto directo de las olas y los desechos procedentes de la orilla. Trozos de coral cuerno de ciervo y cuerno de alce se desprenden como ramas en un tornado. Corales de cerebro del tamaño de pelotas de playa son arrancados o dados vuelta, con sus capas internas vivientes destruidas. Sepultadas entre los sedimentos, sus algas simbióticas no pueden hacer la fotosíntesis y esto condena a muerte a los fragmentos de coral.
A menos que alguien lo repare.
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Únete hoyEquipo de primeros auxilios para corales
Los propietarios de hoteles en la costa del Caribe mexicano protegen sus instalaciones contra los daños provocados por tormentas, afirma Miguel Diego, el administrador del centro turístico Zoëtry Paraíso, cerca de Puerto Morelos. Pero las playas ubicadas fuera de sus instalaciones son otra historia. A menudo, las tormentas barren arena de la playa y obligan a los dueños de propiedades a contratar camiones para reemplazarla. Es algo costoso y la mayoría de los dueños se sienten sumamente preocupados por la erosión de las playas, agrega Diego. Cuando TNC se acercó a la Asociación de Hoteles de Cancún y Puerto Morelos para explorar una manera de reparar arrecifes de coral, esta aceptó la idea como una forma de proteger la valiosa arena.
“Los propietarios de hoteles esperan proteger su inversión, pero nosotros vemos el horizonte”, afirma Diego. “Debemos ser responsables y buenos guardianes de los recursos que tenemos”.
El concepto de reparar barreras de coral como la de Puerto Morelos es perfectamente lógico, explica Fernando Secaira, líder de la iniciativa de resiliencia de riesgo y clima de TNC en México. “Los corales brindan un servicio económicamente valioso, se encuentran en peligro y se pueden reparar si se invierte el dinero suficiente”, agrega.
De hecho, la reparación es una de las opciones más rentables para proteger las playas. Secaira estima que el uso de un equipo de buzos de respuesta rápida para reparar de inmediato las porciones más afectadas de las 27 kilómetros (17 millas) de coral del parque nacional después de un huracán costará entre 50.000 y 150.000 dólares estadounidenses. En comparación con la cifra aproximada de 1.000.000 dólares estadounidenses que pagan los hoteles para instalar media milla de contención marítima u otras protecciones artificiales, “tiene mucha lógica desde el punto de vista económico”, afirma Secaira.
Además, Secaira sabe bien que se acaba el tiempo para los arrecifes si no se realizan esas tareas de reparación. Los huracanes son simplemente parte de la vida en la península de Yucatán, y cada gran tormenta rompe parte del 20 por ciento del coral vivo que queda. Con cada pérdida, los corales restantes se vuelven menos capaces de regenerarse.
Secaira dedicó varios años a intercambiar ideas con representantes del gobierno estatal y expertos en arrecifes de coral para encontrar formas de conservar los arrecifes cercanos a Puerto Morelos. Esas conversaciones culminaron en marzo de 2018, cuando el gobierno estatal de Quintana Roo anunció la creación de una nueva clase de fondo ambiental. Como se proyectó, el Fideicomiso de Administración de la Zona Costera financiará el mantenimiento de dunas y arrecifes, así como de equipos de buzos de rescate de arrecifes que entrarán en acción tras el paso de los huracanes. Una parte de los fondos provendrá de un impuesto de arrendamiento de playas pagado por propietarios de hoteles y centros vacacionales al gobierno federal.
Antes del examen final, los potenciales miembros de Guardianes del Arrecife pasaron un día en el aula y tres en el agua puliendo sus habilidades. Estudiaron la ecología de los corales y aprendieron a identificar las áreas prioritarias que se deben reparar después de una tormenta.
“No hay mucho tiempo”, dice la instructora Calina Zepeda, una especialista en restauración de TNC que escribió el protocolo del curso. “Es necesario trabajar lo más rápido posible: las partes dañadas de un arrecife pueden morir en 45 días”.
Los buzos también aprendieron a usar taladros neumáticos submarinos y a insertar varillas metálicas para mantener los trozos reinsertados de coral en su lugar, algo similar a lo que sucede con los clavos en los huesos de las personas. Practicaron con cemento y epoxi marino en fragmentos de coral muerto y aprendieron a inflar bolsas de carga de nylon para mover grandes trozos de coral y desechos de tormentas. Aunque todos los participantes son buzos o usuarios de esnórquel experimentados, “el 90 por ciento jamás había realizado este tipo de trabajo”, explica Zepeda.
Ahora, a 15 metros de profundidad, los buzos se dividen para poner a prueba sus habilidades de reparación en dos soportes rotos de coral de cuerno de alce. Peces cirujanos azules, ídolos moros y otros peces escapan entre abanicos de mar púrpura y restos de coral que se desprenden ocasionalmente hacia la superficie. Guerrero toma un trozo de coral de cuerno de alce del tamaño de un brazo y encuentra un lugar cercano en el arrecife donde puede caber.
Un buzo le hace señas a una de las tres personas que nadan en círculos con esnórquel en la superficie para que se sumerja y le alcance un precinto blanco. Limpia el punto de unión con un cepillo de alambre hasta que queda blanco. Luego, toma el trozo roto y lo pone en su lugar mientras Guerrero intenta volver a unirlo con un precinto.
Esta tarea, que sería simple en tierra, se vuelve algo completamente distinto bajo el agua. Las suaves ondulaciones de las olas hacen que sea difícil permanecer en la misma posición. Los buzos deben tener cuidado de no romper corales vivos en el proceso y solo pueden comunicarse mediante señas. Es como injertar una rama en un árbol después haber tomado tres tragos fuertes con un compañero que habla otro idioma.
Otros buzos unen sus trozos con cuerda alquitranada. Luego, aplican cemento a mano en el lugar de la unión. Cada vez que alguien abre el balde de cemento, una nube gris envuelve momentáneamente el lugar. La pasta arenosa sobre el sitio de reparación tarda tres días en endurecerse. Si el trozo reinsertado vive, en un mes crecerá coral sobre el material.
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El parque nacional protege a uno de los sistemas de arrecifes más saludables del Caribe mexicano, con la franja más grande de coral de cuerno de alce de la región. Sin embargo, esa “salud” es relativa, afirma Zepeda. “El coral en Puerto Morelos no se encuentra en las mejores condiciones”, continúa. La urbanización poco regulada ha provocado erosión y contaminación. Las tormentas también han causado estragos.
Con todo, Puerto Morelos ha evitado hasta ahora gran parte de la contaminación y el crecimiento explosivo que se observa en lugares como Cancún y Playa del Carmen. Además, este pueblo de 13.000 habitantes es sede de un campus de la Universidad Autónoma de México (UNAM) y un centro de investigación del Instituto Nacional de Pesca y Acuacultura (CRIAP). Esto lo convierte en un buen lugar para lanzar un experimento de salvamento de arrecifes. The Nature Conservancy ha contactado a distintos expertos con diferentes puntos de vista para que se unan en este esfuerzo, afirma Zepeda de TNC. “Hemos conectado grupos que a veces ni siquiera se hablan”, explica. “Cuando los recursos son limitados, es mejor trabajar en equipo”.
El centro de investigación de CRIAP ha realizado experimentos especialmente interesantes. Allí se llevan a cabo pruebas de un método relativamente nuevo de propagación de coral denominado microfragmentación, desarrollado por primera vez en el Laboratorio Marino Mote de Florida. A diferencia de las piezas de coral duro del tamaño de un dedo que el laboratorio produce en tanques terrestres, los microfragmentos se componen de unos pocos pólipos, los pequeños animales que conforman los corales. Estos tiernos fragmentos de coral crecen a gran velocidad sobre centímetros de epoxi en los tanques del laboratorio. El crecimiento acelerado permite que los biólogos produzcan rápidamente placas de tejido de coral que pueden unirse a estructuras artificiales o incluso a esqueletos de coral muerto en la naturaleza. Una colonia de microfragmentos debería llegar a la madurez sexual más pronto que los corales de un entorno natural, afirma la investigadora principal Claudia Padilla Souza. Su equipo tiene como objetivo producir alrededor de 32.000 microfragmentos en 2018 y plantar pronto sus primeras colonias de microfragmentos en el mar.
Los buzos emergen en un lote flotante de algas sargazo. Poco tiempo después, lanzan matas de algas para todos lados, una evidencia de buen humor antes de volver a subir al bote. Durante las distintas sesiones de capacitación, los buzos lograron reparar media docena de trozos de coral. Los instructores brindan una evaluación positiva y les recuerdan a todos que deben tener cuidado de no patear involuntariamente corales vivos durante las reparaciones.
El plan de financiación también alcanza impulso. Los propietarios de hoteles muestran entusiasmo por este nuevo fondo, afirma Diego, propietario de un complejo vacacional. En parte esto se debe a que una junta de asesores ayuda a garantizar que el dinero destinado a la restauración ambiental se use para los fines previstos.
El concepto innovador, afirma Secaira de TNC, es que la naturaleza ofrece un servicio tan valioso a las comunidades costeras que vale la pena realizar una inversión. Los operadores de excursiones en bote y los pescadores conocen desde siempre el valor de los corales, explica Secaira. Pero ahora los propietarios de restaurantes, los gerentes de hoteles y los comerciantes también apoyan la idea de que mantener intactos los corales es bueno para toda la economía turística.
Mientras el bote de los buzos regresa al embarcadero del pueblo, Guerrero dice que completar el curso será útil para su carrera. Además, puede ser una fuente de ingresos durante la temporada de huracanes, cuando no hay turistas a la vista, pero sí equipos de rescate de arrecifes con oportunidades de empleo. También puede ser una manera de lograr su meta: un doctorado en ecología marina. “Hoy fue una buena jornada”, reflexiona. “Siento que hice algo real, significativo”.