La corona de la costa
Uno de los últimos lugares perfectos de la costa de California protegido por un acuerdo histórico.
Invierno 2018
Steve Junak se sienta en el asiento trasero de la Toyota 4Runner, con su mirada entregada al color verde-dorado de la vegetación del centro de California, como un jugador con su máquina tragamonedas. Lo que para la mayoría de las personas solo es hierba, para Junak son juncias, cañas y gramíneas. Esas juncias podrían ser carex aurea o carex tumulicola. Steve es capaz de distinguir a distancia a algunas de ellas. Para reconocer otras, tendría que sostenerlas en su mano y esforzar la vista.
Incluso aquí, en la nueva reserva Jack and Laura Dangermond de The Nature Conservancy, que cuenta con algunos de los números más altos de especies exóticas de la región, no es sencillo desafiar a un hombre que dedicó 37 años de su vida a ser curador de herbarios del Jardín Botánico de Santa Bárbara. “¿Está Isocoma en la lista?” Junak le pregunta a su compañera, Laura Riege, la gerente de restauración de la reserva, que revisa una lista de plantas de una carpeta que lleva con ella. “Acabamos de pasar un grupo de Isocomas menziesii”.
“Claro que sí”, afirma Riege, mientras el vehículo se detiene a un lado del camino de tierra, en lo alto de una colina con vistas al Pacífico.
“Y también hay Encelias”, dice Junak, saltando del vehículo y señalando los matorrales de flores amarillas. “Esta es una mina de oro”.
Junak lleva a cabo un censo completo del gran premio botánico que hallaron esta mañana de junio: campanillas moradas a la izquierda, bayas de café a la derecha y flores mono adelante. Riege y Junak registran las coordenadas GPS de las plantas nativas que proporcionarán reservas de semillas para algunos proyectos de restauración de praderas costeras y bosques de robles en esta reserva de 24 364 acres, que TNC adquirió en diciembre de 2017.
La compra fue posible gracias a una donación de 165 millones de dólares —la mayor donación filantrópica individual en la historia de TNC— de Jack y Laura Dangermond. Esto marcó el primer paso hacia la conservación de esta propiedad emblemática en Point Conception, el “codo” del sur de California, donde la costa se curva hacia el norte hasta San Francisco. En el pasado, The Nature Conservancy había intentado, sin éxito, comprar la propiedad. Era una de las últimas grandes extensiones costeras de propiedad privada y aún sin desarrollar del sur de California, por lo que constituye una rareza en medio de uno de los mercados inmobiliarios más caros del país.
El paisaje alrededor de los biólogos tiene el aspecto de un cubrecamas arrugado, un laberinto de colinas de matorrales de salvia costera y valles de robles que se extienden desde las montañas hasta los acantilados que se unen con los embates del mar. Los pliegues de este tejido ecológico albergan cinco tipos principales de ecosistemas, cuya variedad se ha reducido de forma drástica en California durante el último medio siglo, debido al desarrollo. Hasta el momento, la lista de especies de la reserva incluye unas 662 plantas y animales, de los cuales trece están amenazados o en peligro de extinción.
Eso es solo en tierra. Además de ser un lugar de surf legendario al cual se puede acceder solo por barco, las aguas de Point Conception son una reserva marina estatal con florecientes corales gorgonáceos, elefantes marinos, ballenas grises y densos bosques de algas que atraen a las nutrias marinas.
La reserva es también una pieza viva de la historia de California. Antiguamente conocida como Bixby Ranch, partes de ella continuarán albergando una explotación ganadera como lo han hecho durante el último siglo; además, la reserva ofrecerá protección a los lugares sagrados de los chumash, que vivieron aquí durante siglos antes.
El cumplimiento de esta visión de protección apenas acaba de comenzar. Convertir un rancho del siglo XIX en una reserva de TNC es algo así como comprar una mansión antigua e intentar renovarla. Desde la distancia se ve muy bien, aunque hay mucho trabajo por hacer en el interior. Es necesario elaborar planes, solicitar permisos, contratar proveedores, recoger semillas. Y si bien la propiedad se ve muy natural e intacta, hay áreas que se deben restaurar: humedales dañados, hábitats de plantas y animales en peligro de extinción y hábitats delicados de dunas infestadas por especies no autóctonas. Las evaluaciones de paisajes, como la que llevan a cabo Junak y Riege, también muestran a los encargados de la reserva las áreas que albergan especies invasoras maduras para su eliminación.
“La creación de una reserva de esta magnitud es compleja, y solo es posible iniciar el trabajo cuando se reciben las llaves”, afirma Michael Bell, director de la reserva Dangermond para TNC. Además de las evaluaciones de la tierra, hay un par de docenas de edificios distribuidos por la propiedad en distintos estados de conservación. Convertirlos en instalaciones utilizables es una cuestión de averiguar qué luces se encienden y si funcionan las cañerías.
A nivel más general, TNC y Jack y Laura Dangermond comparten una visión que incluye convertir la reserva en un laboratorio viviente, que atraerá a investigadores y estudiantes de la cercana Universidad de California, Santa Bárbara y otras universidades. Con la ayuda de los Dangermond, los propietarios de la empresa de software geográfico Esri, la visión es que este lugar llegue a ser una de las reservas más estudiadas del mundo, equipada con sensores ambientales para comprender mejor el impacto del cambio climático en los recursos naturales de la región.
Incluso en un estado con docenas de reservas y proyectos de TNC, la magnitud de la reserva de Dangermond y su papel en el paisaje cultural y biológico significa que se manejará de una manera nueva. El primer objetivo es preservarla, y a continuación determinar cómo se puede gestionar el acceso para impulsar la conservación, la ciencia y la educación. La reserva Dangermond se administrará y estudiará de una manera que guíe los esfuerzos futuros de conservación en todo el estado. “No queremos que sea solo una reserva natural”, afirma Mike Sweeney, director ejecutivo de TNC en California. “Queremos que sea mucho más que eso”.
Hace apenas algunos años, el futuro de la propiedad —el “último lugar perfecto” de California, como lo describió Los Angeles Times— distaba mucho de ser seguro. Este rancho remoto había permanecido prácticamente sin explotar durante un siglo, un recordatorio idílico del pasado de California, y para la mayoría de los lugareños se quedaría así para siempre. Sin embargo, un mercado inmobiliario inquieto puso todo en riesgo.
La familia Bixby llegó a California por primera vez en medio de la Fiebre del Oro de la década de 1850. Compraron grandes extensiones de tierra en el condado de Los Ángeles y el condado de Orange para la ganadería y la agricultura. Luego, en 1912, Fred Bixby compró el Cojo Ranch de 9000 acres en el condado de Santa Bárbara, y 27 años más tarde lo unió con los 16 000 acres del Jalama Ranch.
En los últimos años, el Bixby Ranch se mantuvo relativamente sin cambios, aunque había cambios a su alrededor. Durante la Segunda Guerra Mundial, el Gobierno de los EE. UU. adquirió cerca de 86 000 acres al norte para crear una base de entrenamiento militar, que luego se convertiría en la Base Vandenberg de la Fuerza Aérea.
Durante décadas, las estrellas de Hollywood y los magnates de los negocios han comprado grandes extensiones de tierra en los alrededores de Santa Bárbara, con frecuencia llamada la “Riviera Americana”, con sus vistas magníficas, temperaturas suaves y un clima perfecto durante todo el año. Hace tres años, Oprah Winfrey gastó cerca de 29 millones de dólares en una granja ecuestre, y unos meses más tarde Ellen DeGeneres compró la casa de al lado.
En 2006, en medio de la burbuja inmobiliaria, los Bixby pusieron su rancho a la venta. The Nature Conservancy se apresuró a reunir los fondos para comprarlo y convertirlo en una reserva. “A pesar del denodado esfuerzo, no nos acercamos”, dice Bell. Sin saberlo TNC, y preocupados por su conservación, Jack y Laura Dangermond también estaban monitoreando el destino de la propiedad. “Creo que a ambas partes fue la que se les escapó”, dice Bell.
Una empresa de inversiones con sede en Boston se apoderó del rancho, y tanto los vecinos como los conservacionistas se preocuparon.
Durante casi una década, la comunidad vio cómo empezaban a surgir señales de posible desarrollo en el rancho. Ocho millas de la costa más magnífica de California son una inversión inmobiliaria de primera calidad. No obstante, según Bell, también tiene muchas limitaciones para el desarrollo: escasez de agua, aislamiento, la oposición local a la construcción y el estricto entorno regulatorio de la zona costera californiana.
En 2016, Bell se dio cuenta de que podría tener una oportunidad que los conservacionistas rara vez tienen; podría tener una segunda oportunidad.
Había indicios de que los nuevos propietarios podrían estar dispuestos a vender la propiedad. El único problema era que TNC aún necesitaba el dinero para comprarla, y rápido. “Hablamos con algunos posibles donadores, pero no obtuvimos apoyo”, dice. “Parecía un déjà vu”.
Conozca a Jack y Laura Dangermond: los padres de Jack eran inmigrantes holandeses que administraban el vivero Dangermond en la ciudad de Redlands, al este de Los Ángeles. Después de que Jack continuara sus estudios de posgrado en Arquitectura del Paisaje a finales de la década de 1960, él y su esposa Laura fundaron el Instituto de Investigación sobre Sistemas Ambientales, conocido como Esri (Environmental Systems Research Institute). La empresa de tecnología desarrolló un software que se convertiría en el programa de cartografía científica más utilizado del mundo. En 2016, ambos firmaron el Compromiso de donación, y se comprometieron a donar más de la mitad de su riqueza personal a causas filantrópicas, en especial la educación geográfica y la conservación de la tierra.
Desde hacía mucho tiempo, los Dangermond —que habían pasado parte de su luna de miel en una tienda de campaña en la costa este de Bixby Ranch en el parque Refugio State Beach— se habían interesado por invertir en la conservación de la región. Después de algunas conversaciones iniciales con TNC, llamaron con una propuesta. Bell recibió la llamada de Jack, con la esperanza de que estuvieran dispuestos a hacer una donación para adquirir el rancho. No se dio cuenta de que lo financiarían todo.
“Dejé caer el teléfono”, dice Bell.
Cuando TNC cerraba el acuerdo en diciembre de 2017, se inició un incendio forestal cerca de la ciudad de Santa Paula, a unas 100 millas al este del rancho. Vientos fuertes y secos avivaron las llamas hacia el oeste, hacia Ventura y hacia el norte, hacia el Bosque Nacional Los Padres. Durante el siguiente mes, el incendio “Thomas” arrasó 281 893 acres de tierra, destruyó más de 1000 estructuras y causó daños estimados por dos mil millones de dólares, convirtiéndose en ese momento en el incendio forestal más grande de la historia de California.
Para Bell y los Dangermond, la catástrofe subrayó una vez más el hecho de que el cambio climático estaba transformando para siempre el Estado Dorado, y era más necesario que nunca entender cómo se veían afectados sus ecosistemas. Con la reserva Dangermond, se dieron cuenta de que tenían la oportunidad de establecer un laboratorio viviente en lo más cercano al desierto costero del sur de California. “Este lugar pertenece a la ciencia”, le dijo Dangermond a Bell en ese momento.
Los Dangermond tienen programado trabajar con TNC y utilizar la experiencia de su empresa para crear un “gemelo digital” de la propiedad a fin de supervisar y reproducir cómo afecta el cambio climático al paisaje.
Por otra parte, Mark Reynolds, el científico principal de TNC para la reserva, está trabajando con investigadores para utilizar estudios y fotografías de archivo a fin de obtener una mejor comprensión de cómo ha cambiado la ecología del rancho en los últimos cien años. Los sistemas naturales conectados y los hábitats en estado natural de la propiedad de la costa sur de California simplemente ya no existen en ningún otro lugar. “Queremos empaparnos de la historia de este lugar”, afirma Reynolds.
Sin embargo, la reserva también abordará la planificación para el futuro. “No solo es un lugar clave de la biodiversidad”, sostiene Reynolds. “Es también un lugar para pensar cómo adaptamos nuestras estrategias de conservación a medida que las especies se redistribuyen con el cambio climático”.
Además, se analizará y perfeccionará la manera en que se maneja el ganado en la propiedad, y se adaptará como una herramienta para gestionar la biodiversidad nativa. Ese conocimiento se podría aplicar en las praderas de California.
TODAS LAS ESPECIES GRANDES Y PEQUEÑAS
El fotógrafo de historia natural David Liittschwager se especializa en revelar los detalles más pequeños de un ecosistema. Este verano, pasó muchos días excavando la tierra y vadeando las aguas en la Reserva Jack y Laura Dangermond. Seguía de cerca a los investigadores de The Nature Conservancy, Walter Heady y Larry Serpa, mientras elaboraban un estudio acerca de las especies que residen en las costas de la reserva y en los hábitats de robles costeros. Las fotografías, cuyos vínculos aparecen a continuación, representan una fracción de sus hallazgos. En total, se fotografiaron más de 150 especies en la zona de marea y áreas boscosas de la reserva Dangermond. Sumérjase en lo más profundo y recorra todas las fotos de las especies reunidas.
Eche un vistazo a los animales que se encuentran en las áreas boscosas de la reserva Dangermond.
Vea las fotos de todas las especies recogidas en la zona de marea de la reserva Dangermond.
Cerca del faro de Point Conception, Riege señala el área donde la organización tiene planeado restaurar más de 300 acres de tierra que se encuentran actualmente cubiertos con planta de hielo, una suculenta de Sudáfrica que bloquea las especies nativas mediante la formación de tupidas esteras en las dunas. Es un esfuerzo ambicioso —quizás la mayor erradicación de la planta de hielo que jamás se haya intentado— y posiblemente sea necesario un ejército de voluntarios para arrancar la planta rebelde de las zonas de humedales.
“Va a ser un gran desafío”, dice Riege. También se reclutarán voluntarios para recoger bellotas con el fin de volver a plantar 200 acres de bosques de robles. (Ya hay 3000 plántulas de roble que crecen en el vivero del rancho).
Durante el próximo año, Junak y Riege continuarán catalogando no solo las especies de plantas nativas de la reserva, sino también las invasoras, que se deben controlar.
Hacia el sur por la costa, un ecologista de TNC ha dirigido estudios similares durante la marea baja, y ha registrado los diferentes tipos de algas y animales marinos que se aferran a las rocas y grietas en las pozas de marea. Otros equipos están evaluando cuánta vida hay en los arroyos y humedales de la reserva.
A un año de su compra, todo el trabajo que se debe hacer en la reserva Dangermond mantiene al personal de TNC en California y a sus socios ocupados. Pero cada visita a la propiedad, con sus millas de costa virgen y las montañas que se esconden a la sombra de más de 20 millones de personas, los deja sin aliento.
Para Mike Sweeney de TNC, que reside en San Francisco, no hay nada como salir de su auto después de un largo viaje hacia el sur y ver la reserva Jack y Laura Dangermond. “Al ir allí, uno tiene que pellizcarse”, dice. “Es uno de esos lugares que no puedo creer que logramos salvar”.
La reserva de Jack y Laura Dangermond
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