Los suelos albergan una cuarta parte de la biodiversidad del planeta.

Perspectivas

Realmente somos lo que comemos

Y por eso la biodiversidad es tan importante para el cultivo de nuestros alimentos

Por Ginya Truitt Nakata, Ex-Directora de Tierras, América Latina

Cuando piensa en la biodiversidad, ¿qué le viene a la mente?  ¿Conservar hábitats naturales y ecosistemas como el bosque tropical?  ¿Salvar a las especies de la extinción? ¿Sabía usted que la biodiversidad también puede salvar a la especie humana al mejorar la calidad nutricional de los alimentos que comemos a la vez que facilita que la agricultura produzca más y sea ambientalmente sostenible?

De hecho, la biodiversidad está en el corazón de la agricultura.  Ha permitido la evolución de los sistemas agrícolas por miles de años, desde que los humanos comenzaron a convertir especies silvestres de plantas y animales en cultivos y ganados domesticados.  Actualmente, la biodiversidad es un factor importante para la productividad agropecuaria en los niveles más elementales, donde los diminutos microbios proveen micronutrientes esenciales que mejoran la salud de la tierra, lo que permite producir cultivos mejores y más abundantes, y los paisajes más amplios —bosques, pastizales y humedales— sirven de baluarte contra la degradación ambiental y el cambio climático.

Frente a los retos actuales, la biodiversidad agrícola debe ubicarse al centro de nuestros esfuerzos por hacer que la agricultura sea más productiva y ambientalmente sostenible.  Debemos reorientar nuestros esfuerzos de simplemente producir más alimentos a producir alimentos más nutritivos.  Y esto no facilita nuestras tareas: los científicos están proyectando que no podremos satisfacer las necesidades del mundo en términos de nutrientes para el año 2023. 

En la situación actual, el cambio climático está contribuyendo dramáticamente a este reto al reducir el valor nutricional de los alimentos que producimos y comemos.  Un estudio de 2014 dirigido por un investigador de la Escuela de Salud Pública de Harvard mostró que los niveles más altos de dióxido de carbono en la atmósfera probablemente reduzcan el valor nutricional del arroz, trigo, arvejas y otros cultivos de alimentos. Un estudio reciente citado en Politico advierte del “colapso de nutrientes” provocado por el clima, marcado por una reducción del 8% en promedio de minerales clave en la dieta humana a lo largo de nuestras vidas.  Otro estudio publicado en Environmental Health Perspectives calcula que la reducción pronosticada en el contenido proteico de los cultivos de alimentos podría poner a otros 150 millones de habitantes en riesgo de deficiencia proteica, y por lo tanto, retraso en su desarrollo y crecimiento, para 2050.

Entonces, ¿cómo, exactamente, entra la biodiversidad en la solución? Un ejemplo promisorio se observa en un proyecto que The Nature Conservancy ha apoyado en Colombia, una nación productora de ganado que acaba de salir de años de conflicto con la esperanza de ampliar considerablemente su productividad agrícola para impulsar la prosperidad. El problema es que la ganadería puede perjudicar la tierra, el agua y la atmósfera.  Pero no tiene por qué ser así.  Y la biodiversidad es la clave.

¿Qué es la biodiversidad? (3:05) ¿Y si desapareciera toda la variedad del planeta? Podría ocurrir. Las extinciones están ocurriendo más rápido que nunca. Pero si nos ponemos de acuerdo para dar prioridad a la biodiversidad, podemos salvar el planeta y a nosotros mismos.

Quote

Reconocer qué es la biodiversidad agrícola y ponerla al centro de nuestra agenda de productividad y sostenibilidad marcará la diferencia para hacer frente al reto de alimentar a la humanidad.

Un pequeño ganadero cerca de la ciudad de Meta, en Colombia, es uno de cientos de productores que están introduciendo sistemas silvopastoriles y forrajes integrados que aumentan la diversidad de especies en la hacienda, crean una mayor armonía entre la tierra productiva y los entornos ambientales naturales, y en este proceso de hecho mejoran la productividad de las tierras de pastoreo.  No solo eso, sino que en el lapso de un año desde que plantó pastos que mejoran el suelo y árboles que brindan sombra a su ganado en sus 14 hectáreas, este ganadero está produciendo 30% más leche y —cabe notar— la leche es de mejor calidad nutricional, con mayor contenido proteico, de grasas y sólidos totales que antes de que tomara estas medidas.  Y ahora recibe un mejor precio por su producto.  Pueden hallarse ejemplos similares en Brasil, Guatemala y México.

Las buenas noticias es que esta experiencia tiene el potencial de extenderse a una escala muy grande y global.  Con seguridad, con una población mundial que sobrepasará los 9.000 millones para mediados de siglo, la mega-ganadería será una parte importante de la solución al problema de producir bastante comida para asegurar una oferta suficiente de productos básicos importantes que no pueden cultivarse en cualquier parte.  Sin embargo, debe tenerse en cuenta lo siguiente: mientras que en el correr de la historia los humanos han usado más de 7.000 especies de plantas para alimentación, actualmente apenas se usan 30 especies para alimentar al mundo. Esto debe cambiar.  Incluso en el contexto de nuestra necesidad de aumentar drásticamente la producción de alimentos nutritivos en las próximas décadas, todavía necesitamos más diversidad de cultivos, no menos, y en especial a nivel local, donde se cultivan y se consumen.  Y por eso centrarnos en proteger los bosques, páramos y otros hábitats es relevante.

Es bueno saber que, a pesar de la tendencia hacia las grandes haciendas, la gran mayoría de los cultivos y ganados del mundo se producen en paisajes agrícolas diversos, y que estos son los que generan más nutrientes y, lo que es más importante, micronutrientes.  En este contexto, las granjas pequeñas y medianas juegan un papel crítico en satisfacer las crecientes necesidades nutricionales de la población mundial.  

La vitamina A, por ejemplo, es un nutriente vital que muchas sociedades, en especial en los países en desarrollo, no reciben en cantidades suficientes.  Debido a la deficiencia de vitamina A, medio millón de niños quedan ciegos cada año, y la mitad de ellos mueren en poco tiempo.  Sin embargo, la vitamina A se encuentra naturalmente en muchas frutas, verduras y tubérculos, que no se tienden a cultivar en mega haciendas; de hecho, las granjas pequeñas proveen casi las tres cuartas partes de la producción de vitamina A del mundo.

Sobre esto, los científicos y los responsables de tomar decisiones hablan de los llamados “cultivos huérfanos”, especies locales como el ñame africano, el dátil de desierto y el ponsigué o ciruela india (un árbol robusto con una fruta rica en vitaminas), que han sido olvidados y ahora se los vuelve a descubrir.  El valor de estos cultivos es que ya se han adaptado a sus medio ambientes locales y tienen un enorme potencial para apoyar dietas diversas en lugares como África subsahariana.

Finalmente, a la luz de la amenaza que los ciclos de cambio climático representan para los nutrientes en nuestros alimentos, la biodiversidad agrícola será una parte importante en los esfuerzos para reducir el carbono en la atmósfera. Las prácticas silvopastoriles y otras para aumentar la biodiversidad a nivel de las granjas tienen como propósito absorber el carbono de la atmósfera y capturarlo en el suelo, así como proteger los cultivos y ganados de las presiones provocadas por el calor y las sequías, las pestes y las enfermedades. Y todo esto a la vez que se ayuda a aumentar la producción de las granjas y mejorar la calidad nutricional de nuestros alimentos. 

Estas experiencias demuestran el vasto potencial que ofrece la biodiversidad en cuanto a los esfuerzos para producir suficientes alimentos nutritivos para nuestro planeta, y hacerlo sin causar más daños al clima que sostiene nuestros sistemas agrícolas.  Reconocer qué es la biodiversidad agrícola y ponerla al centro de nuestra agenda de productividad y sostenibilidad marcará la diferencia para lograr que la agricultura mundial haga frente al reto de alimentar y nutrir a la humanidad en las generaciones venideras.

Traducción del artículo publicado en The Chicago Council on Global Affairs, Octubre 2017