Con mucho cuidado, el cambio climático se enseña en el aula
Equilibrando datos con tacto, hay docentes que buscan educar sobre el cambio climático de un modo que logre empoderar.
¿Cómo llevar el tema del cambio climático a una sala (o un Zoom) llena de estudiantes? Podrías empezar con el oso polar en peligro o tal vez con la Gran Barrera de Coral.
La elección de Jaime González es inevitable: la tormenta que dejó sin paredes a parte de su alumnado.
«Empezaría literalmente con videos de cómo se rescataba a las personas del huracán Harvey», dice González, Director de Ciudades Saludables en Houston para The Nature Conservancy y educador medioambiental de larga trayectoria.
Una vez captada la atención de la clase, pasaría a explicar cómo el cambio climático hizo que la tormenta fuera más destructiva. En 2017, el huracán Harvey se intensificó rápidamente antes de reducir la velocidad y detenerse sobre el sudeste de Texas, reabastecer su humedad con las aguas cálidas del golfo de México y descargar más de 150 centímetros de lluvia durante tres días.
De los 125.000 millones de dólares en daños causados por Harvey, la comunidad científica determinó que el cambio climático fue responsable de entre 60.000 y 90.000 millones de dólares.
Lecciones ambientales para todos los grados
Nature Lab brinda recursos para familias y docentes
OBTENER RECURSOSNo todas las clases deben empezar con un desastre natural como Harvey.
Pero aquí, en Houston, experimentar olas de calor y las peores inundaciones en 500 años se ha convertido en algo común. Él quiere que sepan que el lugar donde viven puede considerarse una zona de desastre. Después de todo, allí ocurrió un desastre.
Pero no es asustar al alumnado lo que quiere hacer González, un conservacionista dedicado a conectar a las personas con su mundo natural. Su deseo es darles herramientas para enfrentar el mundo que les espera y sean agentes de cambio.
Los estándares educativos importan, y en cada estado son diferentes
El cambio climático es el desafío de nuestra vida, y nos preocupa la manera en que se le enseña a la próxima generación. La buena noticia es que, en su mayoría, madres, padres y docentes en los Estados Unidos respaldan la enseñanza del cambio climático.
Existen obstáculos, pero tienen menos que ver con la oposición por parte de las administraciones escolares o de las familias y más con problemáticas en torno a la capacidad.
En los Estados Unidos, los estándares estatales—metas en cuanto a lo que se tiene que saber sobre diferentes materias (como ciencia) en los diferentes grados—tienen un papel fundamental en cómo aparece el cambio climático en los salones de clase. Las escuelas públicas cubren los estándares estatales de ciencia en su programa de estudios, y son evaluadas a partir de los resultados de las pruebas estandarizadas.
La mayoría de los estados actualizan sus estándares cada cinco o diez años. Determinan autónomamente cómo abordar el cambio climático, lo cual lleva a una gran variación: apenas más de la mitad de los estándares estatales recibe una nota de B+ o superior por cómo cubren el cambio climático.
Incluso en los estados en los que los estándares carecen de lenguaje climático, escuelas y docentes lo están cubriendo. «Ayudamos al personal docente a entender dónde encaja todo esto en la jornada escolar», dice Kristi Hibler-Luton, Directora de Programas Escolares de EcoRise, una organización sin fines de lucro de educación ambiental que nació en Texas. El estándar no tiene que decir "cambio climático” para que hablemos de la calidad del aire, del aumento del nivel del mar o de la acidificación del océano».
Recursos confiables: lo que más se necesita
Sin importar el estado o el estándar, el cambio climático tiene más probabilidades de entrar en las clases si el personal docente 1) está seguro de su propia comprensión de la materia y 2) tiene recursos confiables.
Buena parte de quienes hoy enseñan no aprendieron sobre el cambio climático cuando eran estudiantes. Asistir a cursos de formación climática puede darles la base que necesitan, pero solo si pueden hacerse de tiempo entre la planificación de clases, otorgar calificaciones y la preparación de evaluaciones.
Enseñar durante la pandemia ha sido un enorme desafío, pero esta interrupción les ha permitido ampliar la forma y el lugar en que desarrollan sus clases.
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Recibir novedades«Con el confinamiento por la covid-19, tuvimos que volcarnos a las clases digitales. Así, descubrimos un montón de recursos en línea», John Vellardito, profesor de ciencia en la escuela secundaria Greenwich de Connecticut.
Otra cosa que buscan son herramientas interactivas que puedan poner a disposición de la generación con mayor fluidez en internet. Usando visualizaciones de la NASA, Aimee Farnum hace que sus estudiantes revisen los datos por su cuenta.
«Los modelos computarizados realmente les vuelan la cabeza», dice Farnum, docente de ciencia en la misma escuela que Vellardito. «Nunca tuve un estudiante que haya terminado de revisar los datos y haya dicho “Bueno, esto todavía no se ha materializado”».
Muchas organizaciones están creando materiales educativos para el personal docente. Nature Lab de TNC está diseñado para cumplir las expectativas educativas de docentes y familias, a través de planes de clases, guías de enseñanza y excursiones virtuales.
«El currículo digital de Nature Lab puede ser una herramienta potente para ampliar el acceso a la naturaleza e inspirar a una nueva, diversa e informada generación de custodios», dice Ximena Marquez, Directora Asociada del Programa para la Participación de la Juventud de TNC.
Recursos educativos de Nature Lab
En la plataforma de planes de estudio para la juventud de The Nature Conservancy, encuentras excursiones virtuales, guías de enseñanza y mucho más.
Enseñar sobre la naturaleza antes de abordar el cambio climático
En nuestro afán por encender una chispa en la juventud, hay que tener cuidado de apagar la llama sin querer. Ante la urgencia de saltar de una noticia a otra, uno de los aspectos más importantes de una educación climática eficaz es controlarse y reflexionar.
Si enseñamos bien el cambio climático, la juventud valorará la naturaleza, se volverá cívicamente comprometida y estará empoderada para liderar los cambios que nuestro planeta necesita urgentemente.
Pero si empezamos demasiado temprano o nos enfocamos demasiado en los impactos catastróficos, podríamos debilitar y traumatizar a toda una generación de potenciales paladines del planeta.
Lo más importante que podemos hacer es sentar cimientos de amor por la naturaleza.
«Realmente necesitamos engendrar un amor por la naturaleza en los primeros grados», dice Jaime González de TNC. «A esa edad, si no tienen las herramientas para hallar soluciones, terminan sintiendo que el ambiente es un problema, un lugar de dolor y tristeza que hay que evitar».
Algo se pierde cuando los estudiantes más jóvenes pasan menos tiempo disfrutando las maravillas de la naturaleza y más enfocados en los problemas ambientales.
Vellardito piensa que sus estudiantes de noveno grado tendrían una conexión más significativa con los impactos climáticos si en la escuela intermedia tuvieran más tiempo para enamorarse de plantas y animales. ¿Por qué le importaría el blanqueo de los corales a alguien que no los conoce ni los quiere?
Quote: Aimee Farnum
Cómo se puede convertir la ansiedad ecológica en liderazgo climático
Farnum quería saber cómo sus 70 estudiantes se sentían sobre el cambio climático, así que les preguntó. Aún no había cubierto ese tema en sus clases. El resultado la dejó estupefacta.
«De 70 estudiantes, solo seis dijeron que no sentían nada de ansiedad», dice Farnum. «Y dijeron que no sentían ansiedad porque no sabían lo suficiente como para sentirse así. Así que hay inquietud». Farnum y sus colegas están de acuerdo en que las clases sobre el clima deberían guiarse con soluciones y estar orientadas a la acción.
Una razón es la salud mental. Si la ansiedad sobre un futuro incierto no fuera suficiente, hay otros factores de estrés por todas partes, desde redes sociales hasta pandemias.
Vellardito tiene mucho cuidado cuando habla de las amenazas personales del cambio climático porque los niveles de estrés estudiantil han subido constantemente a lo largo de sus 20 años de profesión.
La otra razón para liderar con soluciones: la posibilidad de que se rindan o se inclinen a la desinformación.
La educadora ambiental de la ciudad de Washington, Aleah Myers, ve menos ansiedad ecológica y más una «mezcla de apatía—sentimiento de que los individuos no pueden marcar la diferencia—y frustración/enfado sobre el carácter sistémico de la problemática».
«Es un tema cognitivo grande como para superar a cualquier edad», dice González. «Porque, si realmente piensas que el calentamiento está asentado por 30 años, es como decirle a alguien “no vas a tener buena salud por los próximos 10 años”. Es muy desmotivador, ¿no?».
«Sería mala praxis enseñar el cambio climático sin enseñar la idea de que ya conocemos las soluciones», dice Farnum. «Para gran parte del alumnado es un alivio que no tengamos que inventar nada, solo necesitamos apreciar que los árboles secuestran carbono, que el suelo secuestra carbono, y solo tenemos que administrarlo mejor».
Eso no significa que el optimismo reina todos los días en el plantel docente. «Simplemente, trato de demostrar entusiasmo, aunque no lo sienta en ese momento», dice Farnum.
Sus estudiantes, a través de sus acciones, le dan esperanza. En la escuela secundaria donde ella y Vellardito enseñan, el club ambiental ha crecido a 120 estudiantes, cuando lo típico es 25. Y más estudiantes van a estudiar carreras ambientales en la universidad.
«Nuestro estudiantado, sin importar qué dirección tomen luego de la escuela», continúa Farnum, «estarán mejor que quienes actualmente están a cargo de tomar las decisiones».
La inequidad educativa amenaza el progreso en torno al clima
Es difícil hablar de las escuelas estadounidenses, especialmente las escuelas públicas, sin reconocer las desigualdades presentes en el sistema educativo. Esta desigualdad hace que la educación climática sea despareja.
Dentro del salón de clase de Aimee Farnum, sus estudiantes están teniendo momentos reveladores al bucear a través de capas y visualizaciones de datos climáticos. Esta parte importante de su clase es posible por la tecnología a la que no todas las escuelas públicas tienen acceso igualitario.
«Nuestra escuela es afortunada: tenemos una computadora para cada estudiante —reconoce Farnum—y hay Wi-Fi. Algunas escuelas no tienen banda ancha».
Y, como señala Jaime González, hay disparidades evidentes incluso antes de cruzar la puerta de entrada. Los campus en comunidades de bajos recursos suelen tener menos árboles y hábitat que las escuelas públicas de distritos más pudientes y las escuelas privadas.
Las diferencias en los campus con frecuencia magnifican las discrepancias en el acceso a la naturaleza en los vecindarios atendidos por esas escuelas.
Especialmente en zonas llenas de concreto, los campus escolares atienden una necesidad crítica creando hábitat para que las personas aprendan y disfruten. Los espacios exteriores bien pensados son vitales porque contribuyen a reducir el estrés, mejorar la salud física y aumentar el desempeño académico.
Si no mejoramos el acceso a la naturaleza en comunidades que la necesitan, corremos el riesgo de entorpecer incontables innovaciones y acciones climáticas antes de que puedan surgir.
«Si tienes acceso a la naturaleza todos los días y una persona adulta te muestra el amor a la naturaleza, vamos a tener a alguien que ama la naturaleza, que la va a defender y va a votar por ella», dice González. «Si no, sus prioridades serán otras».
Quote: Jaime González
El saber sobre el cambio climático puede provenir de cualquiera
Aunque docentes, madres y padres tarden en admitirlo, la dinámica de enseñanza entre padres y estudiantes ha sido un intercambio de ambas partes, tanto en la escuela como en el hogar.
Las generaciones anteriores no han logrado disminuir las fuerzas que están causando el cambio climático, pero las futuras generaciones no pueden fallar. Entonces, mientras que las generaciones más jóvenes están aprendiendo, a las generaciones mayores les haría bien desaprender.
Es hora de tener humildad, empatía y flexibilidad. Esta nueva generación está creciendo con una base en pensamiento sistémico, fluidez y vínculo íntimo con la tecnología y un sentido de la urgencia con el que parecen haber nacido.
Lo mejor—y lo menos—que podemos hacer es escuchar.
«Tenemos que oír lo que dicen», afirma González, quien tiene un hijo de siete años. «Porque, francamente, si tuviéramos todas las respuestas, ya lo habríamos hecho».
«No importa qué boca la pronuncia», continúa González. «Sabiduría es sabiduría».
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